Frontis de la Capilla del Ave María: Cruz de la Trinidad Calzada |
Este convento de Madrid fue fundado en 1.562 por el Rey Felipe II,
quien, según las crónicas, eligió el
sitio y diseñó sus trazas. Los religiosos tomaron posesión del convento el día
de la Visitación de Nuestra Señora de 1592, siendo su primer prior Fray Diego
de Medina. En cuanto a su arquitectura fue uno de los conventos mejor edificados de
Madrid. La iglesia se empezó a construir en 1590 bajo la dirección del Maestro
Gaspar Ordóñez sobre una planta de cruz latina, con crucero, cúpula sobre
pechinas, y pilastras
de orden corintio. En
Convento de la Trinidad Calzada en el Plano de Teixeira 1.656 |
la fachada principal, que daba a la
calle Atocha, destacaba su portada, flanqueada por dos columnas y coronada por
un bajorrelieve que representaba a la Santísima Trinidad. También merecía destacarse el claustro del
convento, compuesto por dos cuerpos de arquerías de veintiocho arcos cada uno,
y con pilastras llanas de orden dórico. La escalera, que seguía el modelo de la
del Monasterio del Escorial, era de muy buenas proporciones, siendo construida
por el arquitecto Alonso Marcos.
Según
nos refiere el padre Cavallería, a pesar de los múltiples honores e importantes
dignidades que, tanto por designación
eclesiástica como real, llegó a desempeñar Fray Diego Morcillo durante su
permanencia en la Corte, en su calidad de teólogo y canonista ello nunca le
apartó del riguroso ejercicio de su vida conventual dedicada a la práctica
religiosa y a la oración, según su regla trinitaria…
…
No envanecieron
tantos honores el religioso corazón del Padre Maestro Morcillo, antes bien le
sirvieron de lo que sirve la fría intemperie del erizado diciembre, que es de
reconcentrar en el cuerpo todo el ardor. Bien lo demuestra la sabida práctica
de su vida, bien notoria por celebrada con venerable aplauso de los sabios
hijos de Religión tan Ilustre. Su celda era su cielo, y el coro toda su gloria.
En uno de estos dos sitios le encontraba, sin falta alguna, por la tarde,
quien le quería hablar, porque ambos eran igualmente su habitación. Para
tales visitas salía de su celda, y rara vez a la Corte, y a diligencia muy
precisa; y así, como su trato frecuente era con Dios, siempre volvía más
hombre. Por las mañanas gastaba gran parte en el confesionario, porque habían
fiado muchas almas su conciencia a su sabia, discreta y santa dirección, y sólo
para redimirlas de alguna grave aflicción, o para ministerio propio y preciso
de su estado, se le veía dejar su retiro.
Su oración, que debe ser el pasto
de un alma religiosa, se conocía era muy frecuente, como lo manifestaba todo el
contexto de sus acciones. No puede ocultarse el fuego material, pero tampoco el
Sagrado del Amor Divino en el corazón humano. Presto le manifestarán sus
llamaradas en las fervorosas operaciones, por más que pretenda ocultarlas el
disimulo. La oración, que se tenía establecida por las mañanas, era la de una
hora antes del Augusto Sacrificio de la Misa y otra después, para dar gracias a
su Divino Huésped. Efecto de estas anticipadas vigilias era la continua
presencia de Dios, a quien tenía siempre levantada su alma, ofreciéndole
afectuosos sacrificios y pidiéndole mercedes. Daba al entendimiento las horas
precisas para la resolución y despacho de las frecuentes consultas que le
hacían, y dejaba a la voluntad las demás.
Tenía, como Lector Jubilado, y
Maestro de los de Número, varios Privilegios y Exenciones, para que estimule
este esperado honor y futura conveniencia al afán de las tareas escolásticas, a
los que no mueve el de la Religión, y crédito de su hábito, pero no quiso usar
de estas gracias. Con la mucha, que Dios le comunicó, y tuvo siempre derramada
en sus labios, solía decir, que sólo tenía de bueno la jubilación el dejar más
libres las acciones, y el dejar de ser predeterminación la campana, pero como
concurría con la ley, que exceptúa de la carga la de dar ejemplo a los
inferiores, quitaba ésta toda la fuerza a la primera: porque la una es
permisión y la otra imperio. Hace muy suave la carga el ejemplo de los Mayores,
que no tienen obligación de llevarla, porque éstos son viva voz a la tibieza, y
mandando la caridad bien ordenada el
ayudar a otros a llevar su peso, decía no permitirle su genio compasivo el no
socorrer a sus Hermanos menores con su ejemplo, para hacerles más llevadera la
cruz. Asía quería deslumbrar su religiosa discreción a los que le notaban ser
el primero para entrar en el coro, y el último para salir.
Efecto también de su oración,
abstracción y recogimiento, fue su mortificación continua. Como era de tan
sobresaliente capacidad, viveza y penetración, pudo con arte encubrir los modos
con que maceraba su carne, y los instrumentos de cilicios y disciplinas con que
la afligía, pero quien no puede ocultar el humo no es fácil pueda persuadir no
haber fuego. De lo que se ve se infiere lo que no se puede averiguar, porque ni
el árbol malo da buen fruto, ni una continua mortificación puede ser efecto de
otro corazón que del que está desnudo de amor propio, declarado enemigo de las
pasiones, y sin apego a las conveniencias con que brinda blandamente su
desorden. Dejó el uso del chocolate y del tabaco por mortificar su apetito.
Dícese esto en pocas palabras, pero el que está habituado a uno y otro auxilio
de la naturaleza para despejar la cabeza en el estudio, podrá conocer lo
heroico de esta mortificación continua. De ésta fue efecto su castidad
angélica, su extremada pobreza, y su obediencia ciega.
De este Convento de la Santísima Trinidad, que fue
desamortizado en
1.836, sólo queda en la actualidad la Capilla del Ave María, tras la demolición
del conjunto en 1.897 que dio lugar a la apertura de la actual calle Doctor
Cortezo. En dicha capilla estuvieron las reliquias de San Simón de Rojas hasta
1.936 en que fue profanada.
Capilla del Ave María en calle Doctor Cortezo de Madrid |
Aún en la actualidad cada día, al alba, se congrega una interminable
fila de personas a las puertas de esta pequeña capilla para desayunar caliente
en el Comedor del Ave María, gestionado por la Familia Trinitaria y
perteneciente a la Real Congregación de Esclavos del Dulce Nombre de María
fundada por San Simón de Rojas en 1.611 en el convento de la Santísima Trinidad
de Madrid, para hacer vida el encuentro con Dios y María sirviendo, ayudando y
amando a los más necesitados.
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